Prólogo

Grandes virtudes singularizan a Ricardo Roca Rey como hombre y como artista y, en cada caso, uno podría extenderse en las cualidades de las que unánimemente ya muchos reconocen en este libro. Difícil resulta, entonces, destacar algún aspecto que no haya sido tocado.

 

Sin embargo, deviene apropiado repasar, repensar y recordar, así, con tres erres, su gran aporte en estos tiempos en que la superficie puede ganarle a la hondura, la banalidad a lo importante y el olvido a la memoria. Se hace, pues, obligatorio que quienes hemos transitado años ya por estas tierras, dejemos testimonios a las nuevas generaciones de los logros alcanzados por peruanos y peruanas que se han distinguido en su empeño por afirmar y consolidar una comunidad histórico-cultural, donde nos reconozcamos en nuestra inmensa variedad y diferencias.

 

Y RRR, es un sobresaliente, entre los más destacados, en utilizar el arte y la cultura como herramientas de las ciencias humanas. Un peruano que se entregó sin condiciones al país y a su gente, entendiendo que en una nación fragmentada como la nuestra, era necesario armonizar las aisladas piezas que la integran. Así, abordó de manera acuciosa la investigación de nuestra historia y de sus habitantes de la costa, sierra, y selva, extrayendo de sus manifestaciones culturales y de las gestas que nos dieron gloria, la esencia que las une. Desde su marcada naturaleza de Director Escénico, en la AAA y decenas de otros espacios, su objetivo fue siempre claro: ir ensamblándolas con delicada pasión, rigor artístico, y con aquella calidez que lo distinguía, provocando admiración y estima. De este modo componía sus espectáculos, recogiendo aquellas expresiones dispersas en cada pedazo del Perú, olvidadas entre montañas, agua, lenguas, bailes y música.

 

La riqueza cultural invisibilizada tomó de pronto cuerpo visible, agregando valor al arte peruano, escondido en la indiferencia, profundizó en sus raíces, investigó en sus sentidos y lo innovó en el escenario haciéndolo evidente a los ojos y el alma de otros públicos.

 

Roca Rey fusionó su sensibilidad artística con la belleza de las flores bordadas en las faldas huancaínas, con los rostros de las máscaras de la diablada puneña, con los seres mitológicos de los mantos de paracas, con la geometría de la cerámica shipiba, y las hizo compañeras de sus puestas en escena, tendiendo puentes para asumir nuestra identidad y disfrutarla.

 

A La cultura, “última rueda del coche”, la colocó delante del carro.

 

Qué fortuna que hoy podamos tener en nuestras manos éste tan valioso y completo documento, mixtura de historiografía, biografía, registro, anecdotario, reunido e impregnado con el amor de sus hijos, y en él, también el recuerdo y testimonio de discípulos que compartieron con su Maestro experiencias entrañables, y crónicas periodísticas, que dejan evidencia y constancia de sus éxitos artísticos alcanzados en sus múltiples creaciones en teatro, danza, música, folclore, radio, televisión y cine.

 

Su sabiduría era propia de hombres sensibles y sencillos, abiertos a escuchar atentos y respetuosos, y a entender lo que la vida, la naturaleza y la creación humana les brinda a cada paso, desde cualquier lugar, con quien quiera que esté. Siempre con humildad. En reserva. Sin alardes.

 

“Varias veces me he preguntado qué podría haber conducido a mis amigos proponentes, y luego a la Honorable Comisión Técnica a pensar en mí para el Premio Nacional de Cultura en el área de Comunicación Social. La verdad es que no he sabido explicármelo.

 

Es posible, digo yo, que si lo que se ha querido reconocer es el valor irrestricto del respeto a los demás, la entrega plena al trabajo constructivo y un estado permanente de sentirse cautivado por nuestras propias raíces, pueda parecer consecuente admitir un estímulo a esas acciones”.

 

(De la carta que envió al Jurado a propósito del otorgamiento del Premio Nacional de Cultura área de Comunicación Social 1976).

 

Pero más allá de acercarnos a la figura de este hombre sereno y reconocer en él a un notable Patricio de nuestra Cultura, las nuevas generaciones tienen en este homenaje a los 100 años de su nacimiento, un legado incalculable donde asomarse, para continuar completando las piezas de nuestro quehacer escénico, nuestra identidad, nuestra historia.

 

Gratitud profunda a sus hijos Ricardo, Baty, Gonzalo y Luz María, acompañados por Javier, por este regalo a nuestro país e invitarme a prologar el homenaje a quien admiré y quise como persona y gran Director Escénico que ha tenido el Perú.

 

Pasen a leerlo y  conozcan en detalle la profunda huella que ha dejado Ricardo Roca Rey.

 

Jorge Chiarella Krüger

 

Lima, Agosto 2020

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Acerca de Ricardo Roca Rey

Ricardo Roca Rey (Lima, 14 abril 1920 – +Lima, 28 marzo 1985).
Ingeniero Civil de profesión, fue uno de los más relevantes hombres de teatro en el Perú en la segunda mitad del siglo XX. Conocido especialmente por sus grandes espectáculos y por su búsqueda de nuevos escenarios para el Teatro. Fue Director General del Instituto Nacional de Cultura en el año 1980, antes de la creación del Ministerio de Cultura.

 

Pero más allá de acercarnos a la figura de este hombre sereno y reconocer en él a un notable Patricio de nuestra Cultura, las nuevas generaciones tienen en este homenaje a los 100 años de su nacimiento, un legado incalculable donde asomarse, para continuar completando las piezas de nuestro quehacer escénico, nuestra identidad, nuestra historia.

 

Ha trascendido su rectitud, veracidad, y caballerosidad con que desarrolló su labor de Director escénico en todas las ramas del arte. Una parte fundamental de nuestra experiencia teatral está marcada por su sensibilidad. Pero hay algo más importante que constituye su gran legado: Su batalla por dignificar el oficio teatral. Su lucha ética por expresar la belleza del arte, del Perú y del hombre en particular.

 

Su actividad trascendió más allá del teatro, participando en otras expresiones artísticas como cine, televisión, radio, folklore, danza clásica, música popular, coreografías naúticas, investigación, etc.